Fernando Vázquez Rigada.


Me gustaría tener otro país. Este, pero distinto. 
Más justo. Más parejo. Más solidario. 
Uno en donde mis hijos salgan libres, trabajando la noche porque, diría Sabina, ella, como la tierra, es de quien la trabaja. 
Uno en donde yo, mientras ellos labran el amor, la locura, a veces el exceso, duerma también sin miedo. 
Me gustaría un país donde todos tuvieran paz y pan. 
Uno sin rencor, sin encono, sin rabia.
Un país en donde volvamos a hermanarnos, a abrazarnos, a hacernos humanos los unos a los otros.
Uno que conjure la maldición de Sartre —el infierno son los otros— y la supla por una bendición que rece: la esperanza descansa en nosotros.
Me gustaría un país donde la mujer tenga no sólo la habitación propia que demandó Victoria Wolf, sino uno en donde sea protagonista central de un imaginario nuevo: de la renovación y la decencia.
Cómo anhelo un país que invente un diccionario de palabras nuevas, hermosas e incluyentes.
Uno donde reine el decoro, el empeño, acaso la virtud.
Nunca, en ninguna otra frontera, dejaré de ser lo que soy: un mexicano.
Quiero un país orgulloso de su cultura, de su historia, pero que jamás se resigne a la grandeza que fue: la mayor tristeza es vivir de la gloria que no volverá.
Uno que lamente lo que somos hoy. Uno donde en verdad dé lo mejor de sus hijos por tener un porvenir mejor.
Nunca hay historia más valiosa que la que se escribe.
Cómo me gustaría tener un país donde seamos todos diferentes, pero iguales. Donde no haya hambre, ni ignorancia, ni enfermedad prevenible, ni dolor.
Uno con más risa que llanto.
Uno que siga celebrando y riendo de la muerte, pero sin ese sabor amargo que deja la muerte injusta y cruel que hoy nos aprisiona.
Cómo me gustaría una bandera que hondeé gallarda y orgullosa, sin estar teñida de sangre.
Cómo me gustaría tener otro país. Este, pero distinto.
 
Seguiré en la lucha.
Porque la vida se agota cuando llega la resignación.
Quiero un país mejor.
Uno que tengo aún fuerzas para construir. 
Uno que deje ser utopía o ilusión. 
Uno que deje ser sueño y se troque en realidad. 
Uno que, no dejo de pensar, veré cuando me toque partir.
Seguro lo veré. 
@fvazquezrig
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