Préstamos, rentas y falta garantías, retos que enfrentan quienes incursionan en el emprendedurismo


Danytza Flores.


Veracruz, Ver.- Cinthya Elizabeth Zúñiga Fouché tuvo que abrir una empresa propia, luego de perder su empleo en diciembre del 2019, desde entonces ha logrado mantener su negocio de venta de ropa entre bajas y altas con las que ha aprendido mejor sobre la cultura del emprendimiento.


La joven comparte que todo inició con una pequeña inversión que realizó con la solicitud de un crédito bancario de 3 mil pesos, el cual le sirvió para adquirir un paquete de ropa usada que transformó para darle una buena opción a sus clientes.


Y aunque en el camino ha encontrado personas que tratan de aprovecharse de los emprendedores, también ha conocido a personas que como ella la animan a seguir con su negocio todos los días.


“Yo empecé este emprendimiento porque me despidieron de mi trabajo y tenía que seguir pagando deudas, pagar lo de mi comida y demás cosas para mantenerme, entonces lo que se me ocurrió de forma inmediata vender ropa usada que yo tenía y que ya no me ponía, pero con esto ganaba muy poquito; yo tenía una tarjeta de crédito como muchos tenemos y se me ocurrió hablar al banco para pedir un préstamo y me aprobaron algo chiquito de 3 mil pesos y con eso hice mi primer inversión”.


Cinthya cuenta que al principio ofreció sus productos a través de la red social Instagram, en donde abrió la cuenta de _saldemar, especial para ofrecer las prendas de ropa de segunda mano, que para personas principalmente de su edad, se convirtieron en una alternativa económica y ecofriendly.


El arranque es complicado, reconoce, ya que tenía pocos seguidores y las ventas eran esporádicas, pero con el tiempo y la constancia, la cuenta en Instagram fue creciendo y posicionándose entre un sector de clientes que recurrían frecuentemente a ella.


Después de consolidar su tienda virtual, se decidió a abarcar un público más extenso y fue que se animó a dar el siguiente paso para vender en un sitio establecido en el que pudiera atender de manera personal a las personas interesadas.


Para esto buscó un segundo crédito bancario por 8 mil pesos, con lo que viajó a un tianguis en Santa Marta Acatitlá en la Ciudad de México, en donde adquirió más mercancía, además de comprar ganchos, mesas, maniquí e ir sacando con lo que iba ganando dinero para pagar detergentes para lavar la ropa y para repararla, cuando se necesitaba.


Recuerda que la mercancía que compró la presentó en un bazar comunitario, en donde pagó un espacio compartido y en el que logró vender como no lo había hecho antes, en adelante los espacios que compró fueron para ella sola y con mejores ganancias.


Aunque reconoce que no siempre ha sido fácil, ya que en ocasiones se ha enfrentado a participar en espacios o bazares colectivos en donde los organizadores no dan garantías ni promueven al público, lo que termina por afectar a los emprendedores que participan.


“En diciembre del año pasado tuvimos un mal trago porque participamos en un evento en el WTC en el que nos prometieron que habría mucha gente y nos fue muy mal, nos cobraron un espacio en cuatro mil pesos y la verdad no hubo gente; el problema al que estamos expuestos los emprendedores es a caer en manos de gente que solo quiere rentar un espacio pero no piensa en la promoción, en la publicidad”.